Introducción
Los objetos son testigos silenciosos de nuestra vida. Se nos presentan, la mayoría de las veces como lo cotidiano, lo rutinario, lo aburrido. Los dejamos descansar en el mismo sitio por semanas que se convierten en meses, en años, y solamente los movemos cuando el destino nos mueve a nosotros a un lugar distinto. Los olvidamos en los rincones, en las repisas, en los cajones, dependiendo de qué tanto nos estorban, de
qué tantos recuerdos nos traen.  Y es ahí, en esos rincones donde con un poco de suerte, si una mirada diferente los encuentra, cobran un nuevo significado.
La mirada de Selene parece moverse entre los objetos olvidados, parece buscar en los cajones viejos, en las cajas de latón de las abuelas, en los álbumes viejos de fotos color sepia, en los baúles llenos de telas hermosas, de vestidos y encajes con olor a flores secas. El ojo de su cámara, sus manos, sus hilos re-significan las cosas cotidianas y las envuelven en una especie de sutil magia. Una luz tenue, borrosa, como de luna nos obliga a pasar y repasar la mirada en sus pequeñas y armónicas composiciones, sabemos que nos quiere decir mucho más 
de lo que nuestra mirada alcanza. Es por eso que pasamos una y otra vez del medio rostro, del ojo, de los labios al pedazo raído de tela, al encaje, a los trazos de letras que no entendemos con la razón pero que nos habla de narrativas que conocemos bien. Y vamos una y otra vez, intentando memorizar esos rostros de mujeres que desde su soporte,
ya sea de papel sepia o de tela, nos susurran sus historias ya olvidadas.
La magia, el arte, el feminismo, el tiempo, la naturaleza parecen juntos sostener una charla en voz baja cuando nos asomamos a la obra de Selene. Una mujer que ha viajado, ha andado, ha cerrado ciclos y vuelto a empezar, ha recorrido un largo camino para llegar hasta este lugar, en donde con generosidad nos alarga la mano para invitarnos a entrar a sus cajas mágicas, respirar, reflexionar y vernos a nosotros mismos en sus atados, en sus formas, en sus texturas, en su paleta de color, en sus trazos tridimensionales.
Sólo a través de la deconstrucción de nosotros mismos podemos 
re-significar lo que nos rodea, lo que nos ha rodeado toda la vida. Selene lo ha hecho, ha estado ahí y nos aconseja que hagamos lo mismo.

Valeria Gallo